Finalmente el oxímoron resultó ser una mera ilusión: el fuego volvió a ser abrasador y se tornó en hielo helado. Níveo cristal que hirió a la rosa, revelando el tesoro carmesí que alimentaba su frágil corazón.
Alexander St. James
Supongo que el río, pese a encontrar numerosos obstáculos a lo largo de su curso, es capaz de superarlos y alcanzar la mar (que es el morir, parafraseando, por milmillonésima vez, al gran Manrique) algún día. Horadaremos la roca, prometido.
Y mañana será otro día...