10 de Diciembre de 2016

Un maestro sabio y su discípulo caminaban por un bosque cuando vieron una cabaña de madera. Era una cabaña de aspecto miserable, decadente donde vivía una familia muy pobre. Andaban descalzos y vestían ropas sucias y harapientas. El maestro le preguntó al padre de la familia cómo se las apañaban para sobrevivir en aquellas condiciones, a lo que el padre le contestó: «Nosotros tenemos una vaquita que nos da leche y con el poco dinero que ganamos vendiendo la leche, vamos tirando». Cuando el maestro y el alumno se fueron, el sabio ordenó a su discípulo: «Mata a la vaquita». El alumno, sin saber si obraba correctamente, fue a buscar a la vaca y la condujo hasta un precipicio.

Unos años después, aquel joven discípulo regresó a la casa con la intención de disculparse con la familia por haber acabado con su única fuente de ingresos. Al llegar, se dio cuenta de que la cabaña ya no parecía una barraca: estaba hecha de ladrillos, la familia vestía con ropas elegantes y el jardín estaba cuidado y ofrecía una gran variedad de plantas y flores. Sorprendido, el discípulo preguntó al padre de la familia qué había ocurrido, a lo que este respondió: «Nosotros teníamos una vaquita que se cayó por un precipicio. Como era nuestra única fuente de ingresos, nos vimos obligados a comenzar a hacer otras cosas, lo que nos permitió descubrir habilidades que no sabíamos que poseíamos. Gracias a eso, ahora vivimos mejor que antes».

Merlí

Ahora solo queda descubrir a nuestra propia vaqueta y arrojarla por el precipicio, ¿no? Ojalá fuese tan fácil. Última página del año 2016, tocará empezar un nuevo cuaderno. No sabría describir el color de la tinta que ha rellenado las páginas de este 2016; pero creo que no ha sido solamente uno, porque he gastado todos los edding® 1200 (está promocionando una marca comercial y no le pagan: rematadamente idiota) de mi estuche. A ver si el green greenery de Pantone nos trae nuevas esperanzas.

Y mañana será otro día...